lunes, 11 de abril de 2011

Entrevista a Antonia Rossi


Por María José Bello N.

¿Cómo construir una mirada cinematográfica subjetiva y periférica a la vez? ¿Desde dónde narrar la memoria para no caer en los tópicos? ¿Es posible crear una autobiografía desde una enunciación plural? El Eco de las canciones (2010), segundo largometraje de la directora chilena, Antonia Rossi, explora las temáticas del exilio y la pertenencia desde una perspectiva íntima, onírica y fragmentaria, indagando en recuerdos, imaginarios, relatos, trayectos personales, texturas de la imagen y jugando con la experimentación del montaje. A través de un relato fresco y vanguardista -construido a base de retazos visuales que van desde animaciones hasta archivos de prensa, pasando por fotografías familiares- lleva a cabo una aproximación profunda y no lineal a la historia y a la memoria personal e intersubjetiva de un país.

En su película, Antonia -quien nace en Europa durante el exilio de sus padres- retoma elementos de su historia de vida, que mezcla con los relatos de otras personas de su misma generación quienes vivieron el exilio en Italia. A partir de los diversos testimonios crea el personaje de una niña llamada Ana, narradora en primera persona del documental. Las referencias a la realidad política a través de archivos radiales, televisivos, videos inéditos e imágenes caseras van punteando el avance de la historia: el golpe, el atentado contra Pinochet, el retorno de los exiliados, las manifestaciones, el plebiscito… historia social e historia personal se entremezclan dando lugar a un complejo entramado que funciona como testimonio político y relato de construcción identitaria.

María José Bello: ¿En qué año empezaste a trabajar en El eco de las canciones?

Antoria Rossi: Me demoré cuatro años. Empecé… ¿en qué año se murió Pinochet?

MJB: En 2006.

AR: En 2006, empecé el año 2006.

MJB: ¿En el momento en que comienzas a hacer el guión ya tenías algunas imágenes de archivo pensadas para el documental o fue a partir de la escritura que empieza esta búsqueda? Me imagino que fue un proceso de investigación bastante complejo…

AR: Sí, fue largo, yo me demoré finalmente como dos años en recopilar todo este armatoste, pero fue un proceso muy paralelo. O sea, yo desecho la idea de hacer una ficción, y empiezo paralelamente a hacer entrevistas. Muchas entrevistas a hijos del exilio, de segunda generación, que tenían una historia como yo, que habían vivido en Italia, que habían nacido allá o habían llegado cuando pequeños. Fueron alrededor de quince…

MJB: ¿Y eran personas que tú conocías o no necesariamente?

Sí. Era gente cercana, que yo conocí allá. Algunos un poco menos cercanos, pero que en general eran de la colonia de allá. Yo intenté reducirme un poco a eso, porque podía entrevistar a miles de hijos de exiliados, pero quería centrar el tema y que estos relatos fueran el espejo de mi experiencia. Tenía el proyecto pero no sabía cómo materializarlo y ahí me empecé a dar cuenta de que lo que quería hacer tenía mucho que ver con esta mirada periférica, que ya había explorado en mi película anterior Ensayo (2005). Dije, bueno, aquí hay algo muy preciso, que está hablando de un lugar distinto, de una experiencia, de una mirada. Y ahí pensé que quería hacerlo con retazos de imágenes, con imágenes que no fueran parte de una historia oficial, sino justamente recoger todo lo que había sido “botado” y que me hablaba de esta periferia. Y ahí empecé paralelamente con las entrevistas y a pedir imágenes, no sólo a los entrevistados sino a cualquier persona. O sea si te conocía a ti por ejemplo te preguntaba: “Tienes videos de esta época a esta época…” Y así empecé a buscar, a recolectar. Conocí a Pablo Salas, que es un camarógrafo de la época y él tenía mucho material: todas las manifestaciones, la parte del metro y muchas otras imágenes son de él. También está (Juan Enrique) Forch, que hizo la propaganda del No, y que tiene un archivo de imágenes. Fui indagando, indagando, indagando… y lo principal era ver, ver, ver. Entonces era súper difícil decir lo que necesitaba. Me decían: ”¿Pero qué necesitai?” “¡¡¡Quiero ver!!!” (risas) Necesitaba ver para saber cómo iba construyendo esa mirada, y así empezó a construirse. Comencé a agarrar trozos de las entrevistas y a construir un poco a partir de estos pedazos.

MJB: ¿Y hay videos de tu familia?

AR: No

MJB: ¿No quisiste incluirlos?

AR: No tenía. No tenía muchas imágenes. Hay imágenes mías, unas que yo hice años atrás. Y hay algunas fotos que sí son de mi familia.

MJB: ¿Cómo fue la experiencia de construir un relato autobiográfico?

AR: Por lo general estos procesos autobiográficos son largos… en los que uno tiene que meterse, meterse, meterse, y generalmente si te quedas en una primera etapa, están muy impregnados de dolor. Una cosa que yo tenía bien presente era que quería alejarme del lugar común, porque yo creo que lo que ha vilipendiado un poco el tema de la memoria ha sido trabajarlo desde allí. Al final todo el mundo habla de memoria, de exilio, de tortura… y a todos les da una lata atroz. Cuando se trabaja desde el lugar común, la gente no logra sentir compasión ni empatía realmente. En un momento yo me di cuenta de que todavía estaba en una etapa muy por encima. Entonces ahí vino todo un proceso de reescritura de guión. Empecé a trabajar con Roberto Contador y ahí comenzamos a escribir juntos y él me empezó a guiar. Hicimos como un monólogo teatral casi, limpiamos el relato e hicimos un trabajo muy lindo, pero muy extenso...

MJB: ¿Tomaste algunos documentales sobre la memoria como referentes?

AR: No tomé muchos referentes la verdad. Vi cosas, pero porque siempre veo… me acuerdo de haber visto Los rubios (2003), una película argentina, muy distinta, y que también toca un poco el tema. La directora es hija de detenidos desaparecidos y va en búsqueda de distintos lugares por donde pasó su padre, pero está ella presente, o sea, es otra cosa. En ese sentido es un poco más tradicional, pero sí tiene la mirada de otra generación, y eso me interesó. Pero en general nunca encontré, por lo menos en Chile, nada que me inspirara en ese sentido. Bueno también es una época en que han ido saliendo muchas cosas, de esta generación… pero yo la verdad es que quería hacer otra cosa, y no por el hecho de “hacer otra cosa” sino que me hacía mucho sentido trabajar el tema desde una subjetividad profunda. Yo dije, ya, voy a narrar desde la cabeza de este personaje -que somos todos- y me hacían más sentido libros que películas. Eso me ayudaba más, porque El Eco de las canciones tiene una cosa como literaria en su manera de relatar.

MJB: ¿Cómo es tu relación con la generación de tus padres? No noté en tu película una mirada que se puede observar en otros trabajos de personas de tu generación cuando hablan de lo que fueron las luchas y las acciones de sus padres, una mirada que se sitúa entre la admiración y el resentimiento por lo que les tocó vivir.

AR: Para mí era bien importante retratar un espacio subjetivo, que toda la relación que uno tuviera con la otra generación pasara únicamente por la vivencia. En la película es una niña la que va narrando y yo sentía que no había un resentimiento real para con los padres. Es una visión personal también, yo decía, bueno, es lo que les tocó vivir. Lo que quería rescatar es un sentimiento mucho más profundo que tiene que ver con una cosa más contemporánea que es esto del no-lugar, un sentimiento que a las personas que han vivido el exilio les afecta más profundamente, por un tema de la prohibición. Tú te ves expulsado de una sociedad, la sociedad no te quiere y yo creo que ese es un sentimiento muy profundo que se instala en las personas que lo viven. Los niños y los jóvenes lo vivíamos desde, o a través, de los otros. Por eso vuelve a nacer la idea de la película a partir de la muerte de Pinochet, porque yo -quizás ingenuamente- pensaba que de alguna manera había mutado el entendimiento de los sucesos históricos del país. Pero cuando vi salir a toda esta manada de gente a favor de Pinochet volví a sentir la misma violencia que sentí en el momento en que llegué a Chile… y ahí dije: esto no ha desaparecido, ni en mí ni en el país. Es algo que hay que desentrañar, porque creo que es una violencia muy socavada, a pesar de que se manifiesta, es algo que recorre otros caminos.

MJB: Es delicado abordar el tema de la memoria porque siempre habrá gente que no compartirá tu posicionamiento. Me parece que a veces se produce un choque entre el público más viejo afectado por el exilio que -al enfrentarse a relatos más personales y menos históricos- se suele molestar porque se esperaba una aproximación política, más ideológica del tema, una historia más lineal y argumentativa también.

AR: A mí me tocaron un par de personajes que se enojaron mucho. Una señora, cuando lo mostré en Roma se enojó y me empezó a gritar… y yo dije, ya está, qué más da. Ella era chilena y vivía desde hace muchos años en Italia. Yo creo que hay una cierta ignorancia, porque pienso que mi película es muy política. Siempre pensé en construir un sistema de resistencia como discurso político a través de todas estas imágenes, de cómo se construyen, de la mentalidad que está detrás de eso…

Leí mucho a Deleuze y me llamaba la atención la construcción de subjetividad que él hacía. Esta construcción múltiple, donde no existe un sujeto, y el tema de los sistemas de resistencia, que para mí es algo muy importante dentro de cualquier cosa que yo hago. Suena fuerte hablar de ignorancia, pero creo que a veces no hay un entendimiento de las nuevas formas de mostrar. O sea también esta cosa que tú dices, que no sea lineal, que la película te agarre y te remueva, para mí son construcciones mentales, formas de mirar el mundo, de entenderlo, y eso es muy político.

Cuando me pasaron estos sucesos, sentí la misma violencia de los fachos, como una cosa que no toleran y que los sobrepasa a ellos mismos. Y bueno, a mí finalmente esta señora en Roma me ayudó, porque se generó mucha discusión. Todos se levantaron y empezaron a hablar y a dar su opinión al respecto y ella al final se fue. Pero también siempre van a haber visiones distintas, y reducciones, se tiende a reducir el lenguaje, a reducir el pensamiento, a decir: “las cosas son así”.

El Eco de las Canciones / HD from Malaparte on Vimeo.


sábado, 2 de abril de 2011

Entrevista a Cristián Jiménez

“Confiamos en que esto va a ser un trampolín para la película”, afirma el realizador chileno, Cristián Jiménez, con una pequeña sonrisa. Hace sólo una hora ha recibido el aplauso de sus colegas y de los productores y distribuidores europeos que abarrotaban la sala Marengo de la Mediateca de Toulouse. Es el fin de la XIXº edición de la sección de Cine en Construcción del Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse (Rencontres Cinémas d’Amérique latine de Toulouse) y la película Bonsái, de Jiménez, acaba de ganar el premio que permitirá su finalización. El título del segundo largometraje del realizador valdiviano describe bien el estado en que se encuentra el proyecto: hoy por hoy, la película es una obra inacabada, un trazo inconcluso de algo mayor. Bonsái, como todos los filmes de Cine en Construcción –organizado por Toulouse y el festival de San Sebastián- todavía no está terminada y el objetivo del premio es justamente contribuir a que pueda finalizarse. Para ellos, las empresas asociadas a Cine en Construcción y el Centro Nacional de la Cinematografía de Francia se han comprometido a ofrecerle servicios destinados a trabajos de post-producción.

“El montaje de la película está bastante avanzado”, explica Jiménez. “Hemos trabajado bastante en la imagen y el color. Hay además un inicio prometedor de lo que será la música. Pero son etapas que hay que concluir, falta todo el sonido, todo el laboratorio y todo el proceso final de la imagen”.

Blog de Cine Latino: ¿A qué vas a destinar concretamente el premio?

Cristián Jiménez: Es algo que todavía tenemos que discutir con los productores, pero lo que está claro es que vamos a hacer la mezcla de sonido en Francia. Es algo que queríamos hacer y que ahora se convertirá en un hecho gracias a este premio.

BCL: ¿Cómo llegaste a Cine en Construcción?

CJ: Es la segunda vez que participo, estuve acá hace tres años con mi primera película, Ilusiones ópticas. Fue una gran experiencia, algo muy importante desde el punto de vista creativo. También fue importante para la vida de la película, para su distribución. Por eso cuando hicimos Bonsái, siempre quisimos participar acá. La verdad es que estamos súper contentos. Esto nos va a ayudar a dar a conocer la película y a encontrar finalmente un público, que es lo que uno siempre busca y que, a veces, resulta tan difícil.

BCL: ¿Qué te pareció el nivel de las películas con las que competías?

CJ: No pude ver todo porque estaba con mucho trabajo. Estoy escribiendo un guión para Alicia Scherson, una directora amiga, que colaboró conmigo en Ilusiones ópticas. Por eso mientras he estado aquí he tenido que avanzar en eso, y no he podido ver todas las películas. Lo que vi me pareció que tenía muy buen nivel, sobre todo considero muy interesante el proyecto de Alejandro Fernández Almendras (Sentados frente al fuego), conozco su trabajo de cerca y creo que ha experimentado una evolución llamativa.

BCL: ¿Nos puedes contar un poco en qué consiste Bonsái?

CJ: Es básicamente una historia de amor, libros y plantas. La película se trata de la relación entre ficción y vida; el bonsái viene a ilustrar esa idea. Son personajes que se obsesionan con la literatura. La literatura no los salva, pero si les ofrece una especie de refugio en el cual se pueden amparar en momentos de incertidumbre. Ellos experimentan una cierta orfandad, en términos de carencia de referentes. La película sigue la vida sentimental de un personaje desde que es un estudiante de literatura hasta que tiene que enfrentarse a la vida adulta, quizás más real, con sus frustraciones y sus alegrías.

BCL: ¿La película pasa en Valdivia como Ilusiones ópticas?

CJ: La juventud es en Valdivia y la etapa adulta en Santiago. Para mí fue algo nuevo rodar en Santiago, pero estuvo bien y me gustaría repetirlo.

BCL: ¿Sigues trabajando con Jirafa?

CJ: Sí. Bruno Bettati es mi productor y como explicamos hoy estamos en coproducción con Rouge Internacional de Francia y tenemos contribuciones minoritarias de Argentina y Portugal.

BCL: ¿Crees que es posible hacer cine en regiones, en Chile?

CJ: Yo pienso que sí. De todas maneras. Valdivia es un ejemplo de que se puede hacer, sobre todo si existen esfuerzos de largo plazo que permitan generar redes y equipos técnicos capacitados y que vayan ganando experiencia. En la medida en que haya entidades que estén avanzando temáticamente y con convicción en esa dirección será aún más posible. La producción chilena ha crecido mucho. Valdivia es un ejemplo, pero también se hacen películas en Concepción, Valparaíso y Antofagasta. Evidentemente hay mucho por avanzar, Chile sigue siendo un país centralizado, no sólo en el caso del cine si no que también en el de las demás actividades culturales y económicas o sociales y políticas.

(Una versión reducida de esta entrevista fue publicada, en francés, en “La Película” el diario de los Rencontres Cinémas d’Amérique latine de Toulouse, el sábado 26 de marzo de 2011).