domingo, 2 de agosto de 2009

Cochochi: documentando la realidad Tarahumara


Por María José Bello

Tony y Evaristo, dos niños indígenas habitantes del suroeste del estado mexicano de Chihuahua, nos introducen en su mundo, sus costumbres y paisajes. Un viaje antropológico hacia el corazón de la Sierra Tarahumara y del pueblo que lleva este nombre.

Luego de recorrer festivales durante 2007 y 2008 -ganando en Toulouse, Miami y Gramado (Brasil) el premio a mejor película- Cochochi ha sido estrenada en México a finales de abril de este año. El filme, codirigido por Israel Cárdenas y su esposa dominicana Laura Amelia Guzmán, narra con sensibilidad y extremo naturalismo, la vida cotidiana de uno de los pueblos más antiguos de América Latina.

Los hermanos protagonistas -que son hermanos en la vida real y llevan en la película sus nombres reales- son enviados a un poblado cercano a dejar unos medicamentos a un familiar. Deben ir a pie, pero el mayor de ellos decide sacar un caballo del abuelo sin la autorización de éste, porque tiene ganas de ir cabalgando a cumplir con la misión de se les ha encomendado. Tendrán un problema con el animal a mitad de camino lo que complicará su viaje.

El tema del niño enfrentado a una responsabilidad mayor es algo propio de los Tarahumaras. Este pueblo -cuyos vestigios más antiguos datan de hace 15 mil años- llegó presumible desde Asia a través del estrecho de Behring. Hizo de la Sierra su hábitat, sobreponiéndose a condiciones climáticas muy hostiles. Las familias viven en pequeñas parcelas y a partir de los 14 años los jóvenes son considerados como adultos.

Todos los actores de Cochochi son originarios del lugar en que se desarrolla la acción y la mayor parte de los diálogos son hablados en su lengua nativa. “Estábamos trabajando como asistentes de cámara en otra película que ocurría en Chihuahua y al terminarla nos fuimos a la Sierra Tarahumara pero sin ninguna intención de trabajar ni de buscar locaciones y ahí fue donde conocimos a Evaristo y a Tony” ha comentado Israel en una entrevista. Según Laura, la historia se gestó a partir del vínculo con los niños:“ Primero observamos mucho tratando de acostumbrarnos a ese espacio y a ese tiempo (…) La historia del caballo era un hilo conductor que nos permitía contar la historia ahí, filmar, ver a los chicos, oírlos hablar, verlos relacionarse y también mostrar los paisajes de la Sierra”.

La cámara en mano irá siguiendo a los protagonistas por senderos y poblados, deteniéndose en bellos paisajes y habitantes locales con sus vestimentas típicas. Se trata de un registro documental del universo representado, donde -tal como lo señala la directora- la trama es una excusa para zambullirse de lleno en el mundo tarahumara. Vemos algunas de sus tradiciones como el juego de pelota, que consiste en lanzar con el empeine del pie una bola hecha de raíces de encino u otro árbol y correr descalzo detrás de ella hasta alcanzarla. En la carrera participan distintos equipos y se realizan apuestas.

Los tiempos de Cochochi son lentos, los diálogos pausados. Poco a poco nos adentramos en un entorno completamente rural. La dificultad de los desplazamientos, debido al clima y a una geografía accidentada, hará de la radio un elemento vital que permitirá la comunicación de los pobladores a través del envío de mensajes.

La escuela del pueblo parece ser el único referente de que nos encontramos dentro de una unidad mayor, que es el estado mexicano. La educación es un tema importante en la película, un elemento de quiebre. Mientras Evaristo, el menor de los hermanos se toma muy en serio sus estudios, Tony no les da importancia. Es decidor el diálogo en que consuela a su hermano porque no ha atado bien al caballo: “En la escuela no nos enseñan esas cosas”, dice, críticando el hecho de que las enseñanzas que ésta entrega no se adaptan a las necesidades y al estilo de vida de su pueblo.

1 comentario:

Aida La Distraida dijo...

Cuirava? Pirimu orava allena?
En este lugar tuve una de las experiencias mas hermosas de mi vida. Todavia puedo oler el pino quemandose en los hornos rusticos de las cabanas, y sentir los escalofrios de las noches de invierno. Nunca olvidare las Barrancas del Cobre, las placticas sin final con los Tarahumaras, el cafe con canela, las largas caminatas atravez de la sierra, y las increibles cuevas Tarahumaras.