Sebastián Cordero / España-Ecuador / 2009 / 89 min / Premio especial del jurado Festival de Tokio 2009, Mejor Película Festival de Málaga 2010
Por María José Bello N.
Rabia es el tercer largometraje del director ecuatoriano Sebastián Cordero, una película que ha tenido una presencia portante en la cartelera española tras haber obtenido el premio a Mejor Película en el pasado Festival de Cine de Málaga. Cordero debutó en 1999 con Ratas, ratones y rateros (nominada al Goya como mejor película extranjera). Luego vendría Crónicas (2004) y finalmente Rabia, un thriller psicológico basado en la novela homónima del argentino Sergio Bizzio y producido por Guillermo del Toro.
Se trata de una coproducción entre España y Ecuador, que aborda la historia de dos inmigrantes latinos que trabajan en el País Vasco; él como albañil en la construcción de un edificio y ella como empleada del hogar. En las primeras escenas se aborda el filme desde una perspectiva social. El romance entre ambos personajes se enmarca dentro del contexto de “ser latino” en Europa, con todos los prejuicios y obstáculos que esta condición puede suponer. Se plantean los temas de la discriminación, las difíciles condiciones laborales y la precariedad económica. De aquí nace también el título de esta historia, “rabia” es lo que inunda a José María, quien cae en una espiral de violencia en su intento por liberarse del resentimiento que lo invade.
No obstante, el planteamiento inicial de estos temas tendrá un giro fundamental. La historia de amor e inmigración de Rosa y José María, dará paso a una película cruda, anclada en el género del suspense más puro. La laberíntica arquitectura de la casa antigua en que trabaja Rosa será utilizada magistralmente por el director de fotografía, Enrique Chediak, quien escruta cada rincón de la casona con la cámara, escabulléndose entre escaleras, habitaciones y pasillos. Hay un uso recurrente de la cámara subjetiva, la que se focaliza en el punto de vista del protagonista, quien tras un incidente se verá obligado a esconderse en las habitaciones deshabitadas de este hogar.
El clima de misterio, sumado a la música de expectación y a los lentos y prolongados movimientos de cámara, nos adentran en un ambiente oscuro y nos mantienen completamente atentos al devenir de la historia y a los desplazamientos físicos de los personajes. La imagen se caracteriza por un tono azulado, casi constante, a lo largo de la película; la luz es mortecina y si bien el filme está ambientado en la actualidad, los efectos de iluminación y el grano de la película dan como resultado una estética de los años 80.
Encontramos en Rabia algunas citas directas a la película El Resplandor de Stanley Kubrick, como en el momento en que aparecen dos niñas gemelas, nietas de los patrones de Rosa, y comienzan a recorrer los pasillos de la casa. Son interesantes también los cruces que se pueden establecer con La Teta Austada de Claudia Llosa. Pese a que los personajes femeninos de ambas historias pueden parecer muy distintos a primera vista –las trancas sexuales de Fausta vs la desinhibición de Rosa- finalmente ambas se encuentran pseudo-prisioneras en la casa en que trabajan, dominadas por dos mujeres mayores muy posesivas pertenecientes a una burguesía en decadencia económica y moral.
Rabia es una película que sorprende, intriga y emociona. No es lo que uno se esperaría de una película de cine independiente latinoamericano del momento, ni tampoco podría ser encasillada como un filme español. Es ante todo una película de género, un thriller que no escatima en el uso de los recursos del suspense. Sin desmerecer el filme, encontramos en él un ligero sabor a telenovela, no tanto en el tono de las actuaciones como en la caracterización de los personajes (el estereotipo de la mujer pobre que trabaja en una casa de ricos, que tiene un amor imposible y que es acosada por el hijo de los patrones).
Sin embargo, la construcción de la historia, la dirección artística y sobre todo la calidad de la dirección de fotografía hacen de Rabia una película que va mucho más allá de lo banal. Es remarcable el plano final del filme, un plano secuencia en que la cámara recorre por última vez la casa, como si levitara, como un alma en pena...
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