El secreto de sus ojos / Juan José Campanella / Argentina-España / 2009 / 129 min
Por Ignacio del Valle
Con el caluroso aplauso de un público que casi llenaba la sala principal del Auditorio Kursaal terminó este domigo el primer pase para público y prensa de El secreto de sus ojos, del cineasta argentino Juan José Campanella. El entusiasmo era tal que se hacía difícil salir del enorme recinto, entre el remolino de gente que comentaba la intensa historia que acababa de ver. El filme, la única producción latinoamericana que compite en la Sección Oficial del quincuagésimo séptimo Festival de San Sebastián, ha logrado la extraña proeza de gustar por igual a crítica especializada y audiencia. Como es natural, por este solo hecho, en más de un medio se ha deslizado que podría obtener la Concha de Oro del festival. Pero no conviene jugar a adivino, sobre todo cuando aún queda mucho, pero mucho certamen por delante. Eso sí, quizás no esté de más aclarar que el entusiasmo que ha suscitado el filme en Donostia es plenamente compartido al otro lado del Atlántico: en Argentina la nueva cinta del realizador de El hijo de la novia (2001) ha sido vista por alrededor de un millón doscientas mil personas, en poco más de un mes.
El filme nos presenta a Benjamín Espósito (Ricardo Darín) un ex empleado de la justicia argentina que al jubilar decide escribir una novela sobre un antiguo caso, nunca del todo resuelto: la violación y asesinato de una joven, 25 años atrás. Para Espósito adentrarse en el caso significa reabrir heridas, forzar reencuentros y revivir el amor que algún día sintió por Irene, su jefa (Soledad Villamil). El secreto de sus ojos se presenta, así, como una seguidilla de flash backs en los que el pasado siempre terminará determinando al presente.
La película, que se basa en la novela La Pregunta de sus Ojos de Eduardo Sacheri, mezcla thriller, romance y altas dosis de humor. El secreto de El Secreto… aquello que explica su enorme éxito, quizás reside en la sabia combinación de estos tres elementos, a los que se une el buen ritmo y la inteligencia de su trama y sus diálogos. En pocas palabras: la clave está en un excelente guión del tándem Sacheri & Campanella-guionista. Sobre la base de ese guión, Campanella-director lleva a cabo una puesta en escena de factura clásica (no confundir con repetida) que resulta enormemente eficaz.
La cámara privilegia los primeros planos, lo que da una fuerte carga emotiva al filme y permite el lucimiento de Darín, Villamil y Godino, sobre todo en las escenas de tensión. El Secreto de sus ojos, es así un filme de miradas, que se erigen como un subtexto que puede contradecir el sentido literal de las palabras o ir donde ellas no se atreven a llegar. Miradas a las que el filme interroga, con obsesión. Desde los sobrecogedores ojos de una chica muerta, hasta aquel vistazo de soslayo que una cámara ha petrificado en un álbum de fotos, cada una de esas miradas está allí por algo, se abre como un misterio, como un testimonio de un pasado al que el protagonista trata de aventurarse. La fuerza de ese pasado se volverá cada vez más potente a medida que Espósito va ahondando en él. El suyo es un ejercicio de reconstrucción que presenta aristas y que por ello mismo es extremadamente dual, de tal manera que en ciertos aspectos podrá ser vivido como una nueva oportunidad para reconstruir su vida y, en otros, como un acercamiento al abismo, casi una actualización de los aspectos más oscuros, más inconfesables e irremediables del pasado.
El problema de la memoria marca todo el filme. Evitar que el pasado desaparezca es la obsesión de algunos de sus personajes. “No sé si es un recuerdo o el recuerdo de un recuerdo”, le confiesa el marido de la chica asesinada al protagonista. A su alrededor, salvo Espósito todo está en fuera de foco, es como si el universo borroso e inasible que le rodea remarcara esa imposibilidad de aprehender lo que se ha perdido. La escasa profundidad de campo que caracteriza algunos pasajes del filme –sobre todo al comienzo- puede entenderse, así, como una metáfora de esa dificultad para mirar con claridad hacia atrás.
El tema de la memoria ha sido planteado reiteradamente en el cine argentino, tras la dictadura. Desde La historia oficial (1985), hasta títulos recientes como Cordero de Dios (2008), la cinematografía de ese país ha abordado esa temática desde distintos puntos de vista: el de los torturados, los exiliados, sus hijos, sus parejas, y a veces también el de los hijos y parejas de los torturadores. El secreto de sus ojos no abre, pues, una nueva vertiente. Por su parte, la opacidad de la justicia argentina también se ha tratado con anterioridad en el cine de ese país.
Quizás la originalidad del filme esté en tratar esos dos temas antes de la dictadura de la Junta Militar, es decir, durante el oscuro gobierno de María Estela Martínez. Sin embargo, más allá de ambientar una parte de la película en esa época y hacer alusión implícita a las temibles AAA, el filme no se preocupa por retratar la división del país. Espósito, su amigo Sandoval e Irene parecen estar por encima de esa división, no toman nunca partido, ni expresan opinión alguna, como si nada de la tensión social les afectara lo mas mínimo durante buena parte de la historia. Pareciera como si no vivieran en esa Argentina, como si no vibraran o sufrieran con ella. Es ahí donde el ejercicio de memoria (no el de Espósito, sino que el de Campanella) falla. Es ahí donde el filme peca de poca sinceridad, porque aunque sus protagonistas intentan rescatar la memoria, la cinta como tal prefiere olvidar ciertos aspectos del pasado o, al menos, eludirlos. No se trata con esto de hacer un llamado a que se reinstauren las visiones políticas de entonces, sino a que éstas sean abiertamente asumidas. Quizás con ello El secreto de sus ojos no sería sólo una película que habla sobre la “memoria”, sería, además, un filme que hace memoria, es decir que “recuerda”. La diferencia es menor, quizás sólo un matiz, como también hay un matiz entre un muy buen filme y un filme excelente.
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