viernes, 1 de mayo de 2009

Babel, la consolidación de un estilo cinematográfico.




















Por María José Bello N.

Con “Babel”, González Iñárritu consagra su lenguaje fílmico de deconstrucción del tiempo narrativo, y logra darle una mayor universalidad a su cine.

Luego de su gran ópera prima “Amores Perros” (2000) y de su segunda película “21 Gramos” (2003), González Iñárritu regresó a las pantallas con “Babel” (2006), que vino a coronar esta trilogía sobre la violencia, la soledad, y la incomunicación del hombre contemporáneo.

Con su técnica característica de dividir y entremezclar las historias, haciendo saltos hacia adelante y atrás en el tiempo, “Babel” consagra un estilo fílmico de deconstrucción del tiempo narrativo. La novedad con respecto a las películas anteriores es que en “Babel” las historias ocurren en contextos geográficos y culturales opuestos y contrastantes, como son Marruecos, Japón, México. Esta variedad de los escenarios, permite generar un contrapunto interesante al pasar de una historia a la otra, lo que está muy bien logrado debido a un impecable trabajo de fotografía y musicalización del filme.

De los rostros abatidos de las mujeres marroquíes, los paisajes polvorientos, secos y sinuosos del Maghreb, nos trasladamos a la modernidad fría y frenética de Tokio, para luego aterrizar en un colorido matrimonio en un poblado del norte de México. Cada transición va acompañada de un quiebre en la banda sonora: la música instrumental árabe da paso a un inquietante y juguetón ritmo electrónico, que luego es relevado por la explosión de los sonidos festivos de los mariachis mexicanos. Hay que destacar que de las siete nominaciones a los Oscar 2007, la película se hizo acreedora a la estatuilla a Mejor Música, que estuvo a cargo del argentino Gustavo Santaolalla.

Pese al contraste visual, ambiental y sonoro entre las diferentes realidades, el director nos evidencia constantemente la transversalidad del sufrimiento humano y la fatalidad del azar. Finalmente las historias resultan estar relacionadas, lo que refuerza la idea de un mundo globalizado e interconectado en sus destinos. Al tomar a personajes que podrían resultar muy distantes entre sí y mezclarlos en esta sinfonía visual y narrativa- donde aparecen perfectamente orquestados- el director logra darle una mayor universalidad a su cine, construyendo un mensaje que apuesta a interpretar e interpelar al ser humano en toda su diversidad.

Un lenguaje cinematográfico depurado es otro de los aspectos distintivos de “Babel”. A diferencia de “Amores perros” o “21 Gramos”, donde vemos una cámara acelerada, movediza e inquietante que no da tregua, en “Babel” vemos que la cámara se toma el tiempo para detenerse en los rostros, paisajes y detalles del ambiente, generando secuencias de gran valor artístico donde vemos una preocupación por la composición, los ritmos del montaje, el tratamiento del sonido y el trabajo de fotografía en general.

El elemento crítico de Iñárritu es transversal a su obra y lo reencontramos en “Babel”. No se trata de películas fáciles de digerir, debido a la fuerte carga de violencia y a la cruda denuncia de la degeneración de los valores de nuestras sociedades que apreciamos en las diferentes historias. Podríamos caer en el error de entender su obra como un cine moralizante, pero más que eso, se trata de un cine profundamente crítico y complejo, que le entrega al espectador las claves para interpretar las contradicciones del mundo contemporáneo.

Más atractivas que la historia de Richard (Brad Pitt) -cuya esposa Susan (Cate Blanchett) es gravemente herida durante un viaje a Marruecos-, son las pequeñas sub-historias o sub-tramas que encontramos en “Babel”: el dramatismo de las escenas de los emigrantes mexicanos reprimidos al ser descubiertos por la policía en territorio estadounidense; la soledad de los personajes japoneses atrapados en su mundo hipertecnologizado y deshumanizado; la falta de solidaridad de los turistas de primer mundo ante el accidente de Susan; o la estigmatización que hace la prensa mundial de los ciudadanos árabes, difundiendo un accidente protagonizado por unos niños como un “acto de terrorismo islámico”, son algunos de los guiños críticos de Iñárritu, que le dan calidad y contingencia a su cine.

Un cine de excelencia cuida la forma y el fondo de la narración, y es lo que hace Iñárritu en sus películas. “Babel” consagra un estilo narrativo, pero además reivindica un discurso: el discurso de un espectador crítico de la sociedad contemporánea que tiene algo que decirle al mundo desde el sufrimiento, la soledad y la marginalidad de sus personajes.

(artículo publicado el 03.03.07 en http://www.plagio.cl/)

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