Por María José Bello N.
Camila Guzmán regresa a Cuba, su país de infancia, para hacer un documental acerca del pasado. ¿Qué ocurrió con el sueño socialista después de la caída de la Unión Soviética? El telón de azúcar es un relato personal y nostálgico acerca del ocaso una ideología y el desencanto de una generación. Cuba fue el país que acogió a Camila y a su familia, luego de que su padre, el cienasta Patricio Guzmán, se exiliara a causa del golpe de estado chileno. Corrían los años 70 y la revolución cubana estaba en pleno apogeo. En ese ambiente de optimismo, solidaridad y estabilidad económica creció la documentalista, quien actualmente reside en Francia. El telón de azúcar es un homenaje a aquellos años -que ella define de mucha felicidad- a la vez que un cuestionamiento al rumbo que tomó la revolución y a la precariedad económica en la que cayó el país luego del fin de la Unión Soviética.
El documental es un ejercicio de memoria, de volver a los espacios recorridos, de recordar los momentos vividos por ella y toda una generación educada en los ideales de la revolución. Hay constantes paralelismos entre lo que ellos vivieron, y el presente de los niños de hoy. "Seremos como el Che" recitan y recitaban entonces los estudiantes en los colegios. Los lemas se mantienen, pero en el presente parecen despojados de contenido.
El punto de quiebre es la caída de la Unión Soviética y la situación de orfandad en que queda la isla. Se acaba el apoyo económico y comienza el llamado Período Especial. Se abordan las típicas temáticas del empobrecimiento que ha sufrido a partir de entonces la educación, el transporte público, el problema de la falta de alimentos, y el surgimiento de una doble economía -una en moneda nacional y otra en dólares- lo que ha dado nacimiento a la desigualdad.
Las imágenes testimonian el proceso de decadencia. La cámara se pasea por las salas de clases, completamente degradadas, que dan cuenta del paso del tiempo y de una pobreza que se vuelve sistemática. Los ex compañeros de Camila, que ahora tienen alrededor de 30 años, recuerdan la abundancia de su época, en que la escuela los proveía de todo, incluso de una alimentación de lujo. En cambio, se nos muestra a los jóvenes en los comedores de hoy, con unas raciones muy controladas de lo poco que hay para comer. Vemos los textos escolares con los que trabajan, que no han podido renovarse ni actualizarse, desgastados de tanto uso, mudos testigos de un pasado mejor.
La técnica del documental es sencilla, pero muy efectiva a la vez. Hay un permanente uso de la cámara en mano, opción coherente con el deseo de hacer un relato personal, en que la propia realizadora registra los lugares y entrevista a sus amigos. Un novedoso elemento narrativo son los coloridos dibujos infantiles que aparecen a lo largo de la película, que correponden a ilustraciones que hizo la propia cineasta cuando pequeña. La voz de Camila está también presente a lo largo de todo el film, ya sea cuando pregunta, como cuando relata sus anécdotas, comentarios, o sensaciones.
De especial intensidad es la escena en que entrevista a su madre. Vemos a la realizadora reflejada en un espejo mientras conversa con la única integrante de la familia que se ha quedado en Cuba. Los padres se separaron y ambas hijas se radicaron en Europa, la madre sigue ahí, anclada al país que le permitió salir del horror de la dictadura chilena y encontrar un refugio de paz y esperanza, que ella hizo su patria.
El telón de azúcar es una historia íntima, sencilla y de una honestidad profunda, que analiza la realidad sin entregarnos una visión maniquea de Cuba. Indaga en los recuerdos y constataciones de una joven que pese a haber partido, recuerda con añoranza los buenos años, aquéllos de verdadera construcción revolucionaria en que se forjaba al hombre nuevo, a los hijos del Che.
(publicado el 07/01/2008 en www.plagio.cl)
No hay comentarios:
Publicar un comentario