(artículo publicado por María José Bello en la Revue Cinémas d'Amérique Latine de Toulouse, nro. 17)
El Cielo, la Tierra y la Lluvia (2008) de José Luis Torres Leiva.
En Chile, a partir de fines de los años 90, la producción cinematográfica ha tenido un crecimiento sostenido. En 2008 se batió el récord de estrenos de películas nacionales con 25 films locales en los cines chilenos, una cifra muy significativa si consideramos que el promedio de los años anteriores era de aproximadamente 10 films.
Diversos factores han contribuido a este importante despegue de la producción, entre los que destacan una política estatal de fomento al cine a través de fondos concursables y una ley del audiovisual creada en 2004; la profesionalización de la actividad debido al surgimiento de nuevas escuelas de cine y un descenso de los costos de realización gracias al digital. Otro factor a considerar es la estabilidad política. La anulación de casi toda creación cinematográfica durante la dictadura (1973-1989) hizo que a comienzos de los noventa hubiera que partir de cero en la reconstrucción del cine nacional y hoy, tras casi 20 años de democracia, se comienzan a cosechar los frutos del proceso de transformación social y política que ha vivido Chile. A esto se suma un trabajo sostenido del sector audiovisual y del gobierno por levantar los cimientos de una industria cinematográfica.
Hay que dejar claro que esta industria es aún incipiente. El explosivo aumento de la producción es un buen síntoma, pero queda mucho por hacer en términos de políticas de distribución y exhibición. Las películas se hacen pero se ven muy poco, lo que tiene también directa relación con el tamaño del mercado chileno que cuenta con sólo 262 salas a lo largo del país, la mayoría de ellas con una arrolladora predominancia de films norteamericanos en cartelera. Entre los 25 estrenos chilenos del año 2008 figuran películas de estilos muy diversos.
Esta variedad ha enriquecido el panorama fílmico dando cabida en los cines tanto a películas con una clara vocación comercial, como a producciones con una mirada más íntima, del tradicionalmente denominado cine de autor. El surgimiento y la consolidación de estos nuevos autores en los últimos años es uno de los principales logros del cine chileno. Se trata de cineastas jóvenes, los cuales han sabido sacar adelante proyectos con un punto de vista muy personal, logrando con sus películas un reconocimiento nacional e internacional importante. Se han destacado: Matías Bize (Sábado, En la Cama, Lo Bueno de Llorar), Alicia Scherson (Play, Turistas), Sebastián Lelio (La Sagrada Familia), José Luis Torres Leiva (El Cielo, la Tierra y la Lluvia), Pablo Larraín (Fuga, Tony Manero) y Cristián Jiménez (Ilusiones Ópticas), entre otros.
Algunos de los realizadores más importantes de esta nueva generación y los productores que han trabajado con ellos hacen un análisis del panorama del cine nacional.
Pablo Larraín y Juan de Dios Larraín
Son hermanos y crearon juntos la productora audiovisual Fábula, bajo cuya estructura realizaron Fuga en 2006 y Tony Manero en 20082. Ambas películas fueron dirigidas por Pablo y producidas por Juan de Dios. Tony Manero tuvo una excelente aceptación en festivales de diversos países, ganando el premio a mejor película en Turín y en La Habana 2008. El film narra la historia de un psicópata de edad madura que durante la dictadura militar se obsesiona con el protagonista de Fiebre de Sábado por la Noche; una metáfora de la evasión, la locura y la decadencia de un período negro de nuestra historia.
¿Cómo evalúas el año 2008 para tu carrera?
Pablo: Es un súper buen año el que he tenido y es un muy buen momento para el cine chileno y el cine latinoamericano en general.
¿Qué piensas de la participación que ha tenido Tony Manero en festivales internacionales?
Juan: Ha sido una tremenda sorpresa, la verdad es que nunca pensamos que iba a tener tanta repercusión en el circuito internacional. Hemos ido a festivales que tienen un prestigio enorme, estuvimos en Cannes, en Nueva York, Turín, Londres, La Habana, y vamos al Bafici.
¿Cómo surge la historia de esta película?
Pablo: Es una interpretación que hicimos un grupo de artistas a partir de una serie de hechos de la historia reciente de Chile.
¿A qué atribuyes la buena acogida que están teniendo las películas chilenas en el extranjero?
Pablo: En general son películas muy honestas que no pretenden instalar otra cosa que el imaginario nuestro y eso se nota. Se trata de historias narradas con mucha verdad, con mucha fuerza, con una textura propia y eso es muy sano. Se está creando una identidad cinematográfica a partir de nuestras formas de entender la realidad. Y hay mucha diversidad. Entre los estrenos chilenos de este año (2008) hay películas muy diferentes entre sí, películas de zombies, de ciencia ficción, etc.
¿Se puede hablar de lazos temáticos o estilísticos entre los diferentes directores?
Juan : Yo creo que son estilos personales, pero ha pasado que las películas que han tenido buena aceptación en el circuito internacional como las de Torres Leiva, Huacho de Alejandro Fernández y el mismo Tony Manero, tienen una mirada en común, una manera de hacer cine que tiene la particularidad de mostrar una mirada de Latinoamérica y de Chile muy interesante, y eso ha abierto muchas puertas afuera.
¿Cuál ha sido el rol de los productores en todo este proceso de auge del cine chileno?
Juan: Hay una profesionalización en la actividad cinematográfica que en parte ha sido gracias a los productores. Es el caso de Bruno Bettati, de lo que hizo Úrsula Budnik, de lo que está haciendo Adrián Solar o el mismo caso del trabajo que he hecho yo. Tiene que ver con generar redes, con ver que las películas funcionen en el circuito internacional o que el tema de la distribución hay que verlo antes de estrenar la película en Chile. El productor ha asumido algunas tareas que en el pasado realizaba el director. El director antes hacía todo: escribía el guión, dirigía, producía, editaba. Creo que se ha logrado una mayor eficacia, un trabajo más específico. Son más cabezas pensando al mismo tiempo en tareas distintas, entonces uno se especializa en una actividad determinada y se logran más cosas en menos tiempo.
Alicia Scherson y Macarena López
En 2005 Macarena López produjo Play, la ópera prima de Alicia Scherson. Hoy son socias en La Ventura, empresa productora que estuvo a cargo de la realización de Turistas (2009), el segundo film de la directora. La Ventura apoya el cine de otras jóvenes realizadoras chilenas y se ocupará además de la producción del próximo proyecto del cineasta José Luis Torres Leiva.
¿Se puede hablar de la existencia de una nueva generación de cineastas chilenos?
Alicia: Es un tema polémico. En el 2005, cuando aparecieron películas como Play, la Sagrada Familia, En la Cama, se empezó a hablar de la nueva generación, del nuevo cine chileno pero este término nombra ya a otra generación, que fue la generación de los 60, y yo creo que nosotros tenemos una unidad en términos de edad, pero no una unidad estilística ni un manifiesto, porque no son tiempos de manifiestos. Pero sí hay una diferencia a partir del año dos mil cuando surgió una especie de entusiasmo renovado, unido a las nuevas escuelas de cine y a la presencia del digital. Yo creo que hay cosas comunes en este grupo de gente, como el descubrir nuevos circuitos de distribución y optar por hacer películas más personales. Hacer cine en los 80 o en los 90 era una actividad muy solitaria. Había muy poquitos directores que se encontraban de repente. Nosotros somos bastantes más, tenemos más apoyo entre nosotros, nos conocemos, y hay un poco de masa crítica.
Macarena: Si te refieres a una nueva generación como un movimiento, yo pienso que no existe. Realmente falta una construcción teórica alrededor de todas las obras que están produciéndose. Pero yo creo que no es necesario porque simplemente el hecho de su existencia como tal -más allá de una sincronía en sus temáticas- ya es suficientemente potente. Hay una diferencia con los años anteriores en que se estrenaban muy pocas películas y tú sabías que iba a venir una de Littin, al año siguiente una de Justiniano, después una de Caiozzi. La emergencia de toda una camada de nuevos directores yo creo que enriquece mucho más el panorama y es interesante como tal.
Lo que sí tienen en común son los procesos de producción, tipos de financiamiento, etc.
Alicia: Sí, ocupamos los mismos circuitos de distribución, los mismos fondos. La máquina de producción detrás de las películas es muy parecida, no de todas, obviamente. Hay directores que están en circuitos más industriales, pero hay un grupo que está asociado por ejemplo al festival de Toulouse, a Rotterdam, a los fondos públicos. Son los directores de un cine personal, de bajo presupuesto, y que tienen entre 25 y 40 años.
¿Cómo ha sido la experiencia de ser directora en un medio esencialmente masculino?
Alicia: No tan difícil, porque yo creo que no ha habido una mala disposición a priori. Hay cosas que son muy de fondo. Por ejemplo, cómo se relaciona la gente con la imagen de una mujer creadora. Y más encima creadora en este rol de coordinación de un equipo, como es en el cine, a diferencia de una creadora solitaria como una pintora por ejemplo. Aquí no sólo tienes que crear sino que además tienes que liderar un grupo. En general no me quejo, solamente que hay muy pocas directoras.
¿Cuál es el momento más difícil en la producción de un film?
Macarena: En la distribución y exhibición hay un problema, que está dado por el aumento de las producciones nacionales. Mientras que la cantidad de gente que ve películas chilenas se mantiene constante, el número de películas que se estrenan ha aumentado muchísimo, entonces el público se tiene que repartir entre más estrenos y cada película tiene menos espectadores.
¿Esto quiere decir que las películas chilenas compiten por estar en cartelera?
Macarena: Todavía no hay escasez de pantalla, o sea, si quieres poner tu película al menos una semana va a estar, no así en Argentina dónde sencillamente no te la toman… yo creo que vamos hacia allá, pero todavía no ha ocurrido.
José Luis Torres Leiva, Cristián Jiménez y Bruno Bettati
José Luis Torres Leiva (El cielo, la tierra y la lluvia, 2008) y Cristián Jiménez (Ilusiones Ópticas, 2009) realizaron su primer largometraje de ficción con la producción a cargo de Bruno Bettati. Su productora Jirafa, que está localizada en la ciudad Valdivia a más de 800 kilómetros de Santiago, ha contribuido a desarrollar un polo audiovisual en el sur de Chile y a descentralizar la actividad cinematográfica.
¿Qué tipo de historias te interesa contar?
José Luis: Me interesa poder contar historias pequeñas, casi anécdotas o quizás historias que a muchos no les interesaría contar. Me gusta también poder concentrarme en otros puntos, como el sonido, la atmósfera, la estética. El conjunto de todo eso hace una historia para mí.
Cristián: Desde que estaba en el colegio escribía cuentos y creo que ya en esos primeros relatos había un rollo entre divertido y melancólico. Durante algún tiempo estuve obsesionado con que las historias fuesen abstractas, que no hubiese más que mínimas referencias. Como si los cuentos pudiesen ser la traducción de algo escrito en otro lado o en cualquier lado y sin que sea muy obvia la época.
¿Por qué eligieron trabajar con la productora Jirafa en sus proyectos?
José Luis: Porque tenía la idea de filmar en el sur de Chile -mis papás son de allá- pero yo no conocía esta zona. Cuando me contacté con Bruno yo tenía una primera versión del guión que después cambió mucho cuando fui a recorrer los lugares donde íbamos a filmar. Creo que Jirafa ha podido levantar una productora que no necesita estar ligada a Santiago para sacar sus proyectos adelante, no sólo en la parte técnica, sino que en la parte humana, y eso es un logro muy grande para una productora que permanece al margen de la capital y por lo mismo le ha permitido generar proyectos más personales y quizás más arriesgados.
Cristián: Como soy valdiviano y me interesa filmar allá, la alianza con Jirafa es- por así decirlo- una alianza natural. Creo que lo que ha hecho destacar a la productora es un enfoque en su trabajo, donde se combina un aprecio por el cine que podríamos llamar independiente (a falta de una palabra mejor) y un profesionalismo bien estricto en la gestión, operando con fluidez tanto a nivel regional y nacional como internacional, algo que para mis proyectos es muy importante y no sé si hay muchos productores capaces de hacerlo.
¿En qué fase comienzan a trabajar con los directores?
Bruno: A nosotros no gusta empezar cuando la idea está en guión, pero cuando ha tenido ya un rato de desarrollo. No es algo que se le ocurrió a alguien la semana anterior, sino alguien que lleva un año en escritura por ejemplo. Significa que el director ha estado dándole vueltas al asunto, que tiene algo concreto que poner en marcha en el proceso industrial. Hacemos desde Thriller hasta Cinearte. Nos hemos preocupado de empujar iniciativas muy diferentes, pero sí tratando que esos proyectos lleguen a 35 mm., o que por lo menos tengan algún tipo de distribución masiva.
¿Cuáles son los factores que han favorecido el auge del cine en Chile?
Bruno: Son varias cosas creo yo. Lo primero es que hay autores, hay creadores y esos creadores vienen de años de Fondart. Originalmente se inventó este fondo para asegurar que hubiera creadores, porque sin ellos no había nada más. Es un buen punto de partida creo yo. Segundo, hay un apoyo del estado importante. No sólo económico, con el hecho de que haya ley propia y fondo propio, sino además con que varias de sus reparticiones colaboren y haya más coordinación, antes en Chile no había eso.
¿Cómo vislumbras el futuro del cine chileno?
Cristián: Espero y confío en que nuestras mejores películas están por venir. Si bien hay dificultades desde el punto de vista de la exhibición y los productores están sufriendo, creo que en términos creativos es un gran momento. Se está formando masa crítica, hay cada vez más gente pensando y escribiendo sobre cine, y el hecho mismo de que se estén produciendo tantas cosas creo que es muy estimulante para todo el mundo.
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